El Tercer Testamento Enseñanza 169
Versión Compendiada

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De Enseñanza 169


59 Hoy no podréis formaros una idea de lo que será el mundo cuando practique plenamente mi enseñanza, cuando la Humanidad arranque el pecado de su corazón; Yo sí lo sé.

Sé que después vendrán tiempos en los que el hombre y la mujer, desde el niño hasta el anciano, podrán gozar de absoluta paz y experimentarán la dicha de vivir en plena felicidad aquí en este mundo, donde tanto se ha llorado y tanta sangre se ha derramado.

Aquellos hombres no querrán romper la armonía con su Dios ni un solo instante y llevarán escrita en su espíritu la esencia de mi Ley, con su divina máxima de amaros los unos a los otros.

60 Por eso vosotros que me escucháis comprended cuán necesario es que os dispongáis a llevar la Buena Nueva a vuestros hermanos, para que no retardéis más el gozo que va a producirles su despertar.

Pensad que muchos de aquellos a quienes despertéis, harán lo que vosotros no pudisteis hacer y, a su vez, a quienes ellos despierten harán más de lo que lograron hacer aquéllos que les llevaron la Buena Nueva, y así sucesivamente, hasta que llegue el tiempo en que el pueblo sea grande, numeroso, y en la Tierra se pueda ver el cumplimiento de mi palabra.

61 He esperado a que llegaseis a la madurez espiritual para deciros: Tomad la semilla e id a sembrar.

62 En el Segundo Tiempo os di un ejemplo de cómo debéis esperar la hora justa para dar cumplimiento a la misión que os trajo a la Tierra.

63 Yo esperé a que mi cuerpo, aquel Jesús que contemplaron los hombres, llegase a su mejor edad para cumplir a través de él la divina misión de enseñaros el amor.

64 Cuando aquel cuerpo, el corazón y la mente habían llegado a su pleno desarrollo, mi Espíritu habló por sus labios, mi sabiduría cruzó por su mente, mi amor se posó en su corazón, y fue tan perfecta la armonía entre aquel cuerpo y la divina luz que lo iluminaba, que muchas veces dije a las multitudes: Quien conoce al Hijo, conoce al Padre.

65 Jesús tomó la verdad en Dios para enseñarla a los hombres, no vino a tomarla del mundo. Ni de los griegos, caldeos, esenios o fenicios, de ninguno vino a tomar la luz. Ellos no conocían aún el camino del Cielo, y Yo vine a enseñar lo que no era conocido en la Tierra.

66 Jesús había consagrado su infancia y su juventud a la caridad y a la oración, en tanto llegaba la hora de anunciar el Reino de los Cielos, la Ley del amor y la justicia, la Doctrina de la luz y de la vida.

67 Buscad la esencia de mi palabra vertida en aquel tiempo y decidme si ella puede proceder de alguna doctrina humana o de alguna ciencia conocida entonces.

68 Yo os digo que si verdaderamente hubiese tomado la sabiduría de aquellos hombres, hubiese buscado mis discípulos entre ellos y no en los hombres rudos e ignorantes con que formé mi apostolado.

69 Me preguntáis qué puedo deciros de las doctrinas y filosofías de aquellos pueblos, y Yo os digo que son inspiraciones del espíritu, pero no la suprema verdad que sólo Yo poseo.


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