El Tercer Testamento Enseñanza 36
Versión Compendiada

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De Enseñanza 36


47 Cuando el espíritu de algún gran pecador se desprende de la vida material para penetrar en el valle espiritual, se sorprende al comprobar que el infierno como él lo imaginaba no existe, y que el fuego del cual se le habló en los tiempos pasados, no es sino la esencia de sus obras al encontrarse ante el juez inexorable de su conciencia.

48 Ese juicio eterno, esa claridad que se hace en medio de las tinieblas que envuelven a aquel pecador, quema más que el fuego más ardiente que pudieseis concebir, mas no es una tortura preparada como un castigo para el que me ofendió; no, esa tortura proviene del conocimiento de las faltas cometidas, del pesar de haber ofendido a quien le dio la existencia, de haber hecho mal uso del tiempo y de cuantos bienes recibió de su Señor.

49 ¿Creéis que deba Yo castigar a quien con sus pecados me ofendió, cuando Yo sé que el pecado ofende más a quien lo comete? ¿No miráis que el pecador es a sí mismo a quien se hace mal, y que no voy Yo a aumentar la desgracia que se ha labrado? Solamente dejo que se mire a sí mismo, que oiga la voz inexorable de su conciencia, que se interrogue y se responda, que recobre la memoria espiritual que a través de la materia había perdido y recuerde su principio, su destino y sus promesas; y ahí, en ese juicio, habrá de experimentar el efecto del fuego que extermine su mal, que le funda de nuevo como el oro en el crisol, para apartar de él lo nocivo, lo superfluo y todo lo que no es espiritual.

50 Cuando un espíritu se detiene a escuchar la voz y el juicio de su conciencia, de cierto os digo, que en esa hora se encuentra ante mi presencia.

51 Ese momento de quietud, de serenidad y de claridad, no llega al mismo tiempo a todos los espíritus; unos penetran pronto en aquel examen de sí mismos y con ello se evitan muchas amarguras, porque en cuanto despiertan a la realidad y reconocen sus errores, se preparan y disponen para reparar la última de sus malas obras.

Otros, ofuscados ya sea por el vicio, por algún rencor o por haber llevado una existencia de pecados, tardan en salir de su confusión; otros más, insatisfechos, creyendo haber sido arrebatados de la Tierra antes de tiempo cuando todo les sonreía, imprecan y blasfeman, retardando así el poder librarse de su turbación; y como éstas, hay un gran número de situaciones que solamente mi sabiduría conoce.

52 Tampoco existen lugares creados por Mí expresamente para la expiación de las faltas cometidas por mis hijos. Yo os digo que no existe un mundo donde no haya depositado mis maravillas y bendiciones.

53 ¿No decís que este mundo en que habitáis es un valle de lágrimas, o sea, un valle de expiación? ¿Y quién lo hizo valle de lágrimas, Dios o los hombres? Yo lo formé a imagen del paraíso celestial, sembrándolo de maravillas y complacencias, pensando hasta en lo más pequeño e insignificante para haceros felices; y sin embargo, dentro de un mundo formado así, para el bienestar y el adelanto, para el deleite y la elevación espiritual de la Humanidad, los hombres sufren, lloran, se desesperan y se pierden.

54 Mas vuelvo a deciros que Yo no hice este mundo para el dolor de los hombres; los mundos son lo que sus moradores quieren que sean. Ved cuánto ha deformado la verdad el hombre con sus malas interpretaciones, cuán distinto ha interpretado el sentido figurado con el que se le ha revelado la vida espiritual.

55 Ni oscuridad, ni fuego, ni cadenas existen en el inmenso valle espiritual.

56 Remordimientos y torturas que provienen de la falta de saber, sufrimiento por carecer de espiritualidad para disfrutar aquella vida; esto y más existe en la expiación de los espíritus que llegan manchados o sin preparación a los umbrales de la vida espiritual. Ved cómo el pecado, las imperfecciones o la perversidad de los hombres, no puedo tomarlos como ofensa hecha al Padre, sabiendo que el mal se lo han hecho a sí mismos.

57 Tampoco la Tierra se ha manchado; ella es tan buena y tan limpia como cuando brotó del Padre; por eso no os pediré que le devolváis su pureza, ya que ella no se ha apartado de su destino de ser madre, albergue y hogar para los hombres; en cambio, a la Humanidad sí le pediré que se arrepienta, que se regenere, que purifique su espíritu y su cuerpo, en una palabra, que retorne a su pureza original y que ostente en su espíritu la luz conquistada a través de la evolución, de la lucha y de la práctica de la virtud.


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